martes, 24 de febrero de 2009

Concepto Basico del Satelite Guardian del Cambio Climatico


Recreación artística de la nave OCO en órbita alrededor de la Tierra.


OCO: el vigilante espacial del cambio climático. Despegará desde una base aérea en California. Su diseño y construcción han supuesto una inversión de 210 millones de euros. Sus observaciones servirán para orientar las políticas contra el calentamiento

Lejos han quedado los tiempos en que el Gobierno norteamericano negaba la existencia del cambio climático y la administración de la NASA censuraba los informes de James Hansen, director del Instituto Goddard que tiene la agencia espacial en Nueva York y uno de los mayores expertos en el campo de las ciencias atmosféricas. El cambio climático existe y está provocado por el hombre. El último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), presentado en noviembre de 2007, no dejaba lugar para la duda.

Ahora la agencia espacial norteamericana no niega la evidencia científica y quiere poner su enorme potencial tecnológico para mejorar el conocimiento acerca del calentamiento global. Prueba de ello es el satélite OCO (Observatorio del Carbono en Órbita) que lanzará en la madrugada del martes desde la base aérea de Vandenberg en California (EEUU), si no hay inconvenientes técnicos o meteorológicos. Este nuevo proyecto, cuya inversión total ha sido de más de 210 millones de euros, será la primera plataforma espacial que permita medir las concentraciones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero responsable del cambio climático- en la atmósfera terrestre.

Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.

«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tiene precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.

El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirma el investigador principal del proyecto, David Crisp.

Por ese motivo el nuevo satélite, que tiene el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, está equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que sirve como control porque permanece constante en la atmósfera. Según las previsiones de los científicos, completará una vuelta cada 99 minutos y pasará por el mismo lugar cada 16 días. Además, posee un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el Hubble.

Este observatorio espacial ayudará a mejorar el conocimiento que se tiene en la actualidad del ciclo del carbono, algo fundamental para ayudar a los responsables políticos a tomar las decisiones adecuadas para nuestro clima en cada momento. O lo que es lo mismo, para mantener nuestra calidad de vida, si aún es posible.

Fracaso estrepitoso de la misiòn del 'vigilante del cambio climático'


Lanzamiento de la nave OCO desde la base Vandenberg de California.


Fracasa el lanzamiento de la nave de la NASA, llamada OCO, el 'vigilante del cambio climático' Ha caído en el océano cerca de la Antártida. La nave ha sufrido un grave fallo minutos después de su despegue en California. La misión pretendía medir las concentraciones de CO2 en la atmósfera. Su diseño y construcción han supuesto una inversión de 210 millones de euros.

El lanzamiento de la misión OCO ('Observatorio Orbitador del Carbono'), la primera nave de la NASA diseñada para medir las concentraciones de CO2 en la atmósfera, ha fracasado. El cohete Taurus XL que debía poner en órbita la nave ha sufrido un problema minutos después de despegar de la base Vandenberg de la Fuerza Aérea de EEUU en California y los responsables de la misión creen que ha caído en el océano Pacífico, cerca de la Antártida.

"Los revestimientos de protección que envolvían al satélite como las dos conchas de una almeja no se separaron apropiadamente y eso, aparentemente, causó el fallo de la misión", dijo en una rueda de prensa Chuck Dovale, director de lanzamientos de la NASA.

La nave "no alcanzó su órbita y probablemente cayó en el océano Pacífico cerca de la Antártida", indicó por su parte John Brunschwyler, director de programa del Taurus XL.

Los expertos de la NASA explicaron que el fallo en el cohete portador se produjo a los tres minutos del despegue, que tuvo lugar a las 09.55 GMT (11.55, hora peninsular española). Brunschwyler reconoció que éste es un "enorme revés" para la comunidad científica. "Todo el equipo, de forma muy personal, está muy disgustado con lo que ha ocurrido esta mañana", dijo.

Según explicó este ingeniero, la carga del cohete tiene un peso relativo bastante considerable con respecto a la estructura del vehículo, y en el momento de separación, es crucial que se produzca una gran aceleración. "Sin embargo, esta aceleración no tuvo lugar y, al parecer, esa fue la clave del fallo que no permitió a la nave entrar en órbita", explicó Brunschwyler.

"No hemos tenido un lanzamiento exitoso esta noche", reconocía el comentarista del canal de televisión de la NASA, George Diller, durante la retransmisión del despegue.

Objetivos frustrados

Con esta misión, la agencia espacial norteamericana pretendía poner su enorme potencial tecnológico para mejorar el conocimiento acerca del calentamiento global. Este proyecto, cuya inversíón total ha sido de más de 210 millones de euros, debía convertirse en la primera plataforma espacial diseñada para medir las concentraciones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero responsable del cambio climático- en la atmósfera terrestre.

Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.

«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tenía precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.

El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirmaba antes del lanzamiento fallido el investigador principal del proyecto, David Crisp.

Por ese motivo el nuevo satélite, que tenía el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, estaba equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que debía servir como control porque permanece constante en la atmósfera.

Según las previsiones de los científicos, la nave debería haber completado una vuelta cada 99 minutos y pasaría por el mismo lugar cada 16 días. Además, poseía un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el telescopio espacial Hubble.

Un futuro sin caries



Identificado el gen que fabrica el esmalte dental. El hallazgo podría permitir crear, a partir de células madre, nuevo esmalte para reparar el dañado por las caries e incluso dientes de sustitución

Científicos estadounidenses han identificado el gen responsable de la fabricación del esmalte de los dientes, un hallazgo que podría revolucionar la odontología. Aunque el descubrimiento tardará un tiempo en ser aplicado a los seres humanos, en el futuro se podrían utilizar células madre de los dientes para estimular el crecimiento de esmalte nuevo para reparar el dañado por las caries e incluso para crear dientes de sustitución, ha dicho Chrissa Kioussi, de la Universidad de Oregon (EE UU), una de las autoras del estudio, publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

El gen, denominado Ctip2, es un "factor de transcripción" del que ya se conocían otras funciones en la respuesta inmunológica y en el desarrollo de la piel y del sistema nervioso. "Es la primera vez que se halla un factor de transcripción que controla la formación y la maduración de los ameloblastos, las células que secretan esmalte", afirma Kioussi.

Los investigadores utilizaron ratones de laboratorio a los que silenciaron ese gen y vieron que los roedores presentaban dientes rudimentarios listos para salir pero sin la necesaria capa de esmalte.

La mayoría de las caries se originan con un agujero en el esmalte que provoca el deterioro del diente. Hasta ahora, algunos científicos habían logrado reproducir la parte interna de los dientes en experimentos con animales, pero eran dientes sin esmalte porque se desconocía el material genético necesario para fabricar esa sustancia.

Zona cerebral se encarga de relacionar recuerdos, música y emociones


El centro cerebral encargado de relacionar música, memoria y sentimientos está en la corteza media prefrontal, según científico de Universidad de California.


Un científico de la Universidad de California (EEUU) ha descubierto por qué unas pocas notas de una canción pueden bastar para que un individuo rememore un momento de su vida: una misma zona cerebral se encarga de relacionar recuerdos, música y emociones.

El responsable de la investigación, Peter Janata, explica hoy en la publicación especializada "Cerebral Cortex" que el centro cerebral encargado de relacionar música, memoria y sentimientos se encuentra en la corteza media prefrontal.

Esa región, también encargada de mantener y recuperar los recuerdos, se localiza justo detrás de la frente y es una de las últimas áreas del cerebro que se atrofian en el curso de una enfermedad.

"Lo que parece ocurrir es que una pieza de música que resulte familiar sirve de banda sonora de una película mental que empieza a reproducirse en nuestra cabeza", indica Janata.

Para llegar a esta conclusión, el científico llevó a cabo un estudio con 13 individuos, a los que pidió que escucharan con auriculares algunos compases de 30 canciones que fueron exitosas cuando los participantes tenían de 8 a 18 años.

Después de oír cada trozo de un tema, el individuo explicaba si le resultaba familiar, agradable y si la asociaba a algún incidente, episodio o recuerdo particular.

Además, se les sometió a una resonancia magnética cerebral para poder detectar los cambios que se producían en el órgano.

Tras la sesión de resonancia, los individuos completaron un cuestionario sobre el contenido y la intensidad del recuerdo que había despertado cada canción.

De los 30 temas utilizados, cada individuo reconocía una media de 17 y, de ellos, asociaban 13 canciones moderada o fuertemente a un recuerdo autobiográfico.

Las canciones relacionadas con los recuerdos más importantes eran las que provocaban las reacciones más intensas y cargadas de emoción.

Cuando el científico comparó las respuestas más intensas del cuestionario con las imágenes de la resonancia magnética descubrió que la relevancia de la memoria se correspondía con el grado de actividad experimentado en la parte superior de la corteza media prefrontal.

Janata confirma así que música y memoria confluyen en esa área cerebral.

"Lo que es genial es que una de las áreas más importantes del cerebro, que está registrando la música, es la misma que está respondiendo a cómo de autobiográfica resulta", explica Janata.

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